Por Guille H. Alfaro. Miembro del departamento de producción de ESDIP Animation Studio
La creación de contenidos gráficos no es camino fácil y supone un montón de dudas al comienzo de la andadura. ¿Seré capaz de transmitir lo que siento a través de mis creaciones? ¿Algún día podré asociarme con otros artistas y ejecutar proyectos ambiciosos? Me encantan el cine y las bellas artes, ¿significa eso que tengo capacidad para dedicarme a ello profesionalmente?
Estas son algunas de las preguntas que surgen al comienzo de una trayectoria artística. Y el propósito de estas líneas es arrojar un poco de luz sobre algunos mitos que envuelven la realidad de trabajar como artista dentro de la industria audiovisual.
Dedicarse al entorno del entretenimiento, más concretamente, a la animación o los dibujos animados, es una tarea tan ardua como estimulante. Hay un montón de cosas que sólo se aprenden cuando ya estás metido en el ajo; algunas de ellas son pequeños detalles que hacen que vayamos entendiendo mejor el entorno y nos ayudan a definir nuestro estilo.Otras, sin embargo, constituyen un conjunto de líneas maestras para no estrellarse en el proceso, que, a menudo, no están claras por la percepción que uno trae de casa antes de abordar el trabajo dentro de un entorno profesional.
Lo más normal es pensar que si me gusta dibujar, tengo inquietud por las pelis de animación desde niño y mis amigos y familia me dicen que me dedique a ello, entonces tengo un futuro prometedor dentro de este mundillo…
Sí y no. Tener una base sólida y bagaje cultural amplio son ingredientes básicos, pero insuficientes si quieres ser autor y generar tus propios contenidos. Un cinéfilo puede ser un excelente analista cinematográfico motivado por la satisfacción que produce ver un largometraje, pero para crear algo es necesario añadir una dosis de proactividad al asunto y tener en cuenta algunos aspectos que no siempre resultan obvios. Está bien quedarse en la grada viendo el partido; no obstante, es en la cancha donde se preparan y ejecutan las jugadas que marcan los puntos.
Más allá de la capacidad creativa de cada uno (estilo, rollito, sello… llamémoslo como queramos) e independientemente de que vayamos a trabajar en un estudio o con los colegas haciendo nuestro corto indie, ahí van algunos consejos que nos harán más llevadero el proceso:
1. Equilibrio entre la visión personal y el mundo que te rodea.
O lo que es lo mismo: actuar de una manera profesional. Supongamos que tienes una idea en tu cabeza y cuentas con un equipo y unos recursos concretos para ello. Es más importante saber aprovechar esos recursos con ingenio en vez de gastar energía en preguntarte porqué las cosas no salen como uno espera. La visión que cada uno tiene en su cabeza dista mucho de la realidad colectiva de un equipo en un entorno concreto. Además, la realidad y el día a día están sujetos a un montón de límites de diversa naturaleza, mientras que nuestra mente está acostumbrada a no tener tantas barreras. Es importante tener en cuenta esta distinción.
2. “Solo no puedes, con amigos sí”: aprender a trabajar en equipo.
Una de las cosas más guays de hacer pelis es la capacidad de trabajar de manera colectiva. Conocer a otros profesionales permite aprender nuevas cosas y actualizarte de manera automática y casi sobre la marcha. La peli es el resultado del trabajo de todos y cada uno de nosotros. Sin embargo, es de vital importancia para el destino de la galaxia evitar la otra cara de la moneda: los ambientes tóxicos, derivados de prácticas erróneas, batallas personales y desencuentros creativos. Debemos encontrar un equilibrio para planificar, asumir y delegar tareas, confiando en la gente que te rodea y asumiendo el papel que te toca jugar dentro del equipo. Por último, pero no por ello menos importante, es imprescindible establecer un canal de comunicación lo más sólido y fiable que podamos, con el fin de evitar retrasos e imprevistos debido a las malas interpretaciones y conseguir que todo el equipo reme en la misma dirección en la medida de lo posible.
3. Conocer los límites del proyecto (duración y recursos).
Es habitual escuchar “los proyectos no se acaban, se abandonan”, ya que la vertiente artística de una producción es tan personal y discutible que no hay manera objetiva de poner fin al proceso. Si trabajas en un estudio, un equipo de producción se encargará de construir los raíles sobre los que avanzará el trabajo; por el contrario, si eres un espíritu libre y funcionas de manera más autónoma, asegúrate de cercar bien los límites de tus propósitos. Los proyectos infinitos suelen acabar en desastre y a nadie le gustan los desastres. Si todo va bien, tendrás muchos proyectos por delante para aprender y poner en práctica nuevas inquietudes, así que recuerda, en caso de duda, “finished, not perfect”.
4. Evitar los callejones sin salida.
Llevar a cabo una producción (corto, largo, capítulo o spot) es un proceso largo que oscila entre la sabiduría de cocinar a fuego lento y la inmediatez con la que se calienta un paquete de palomitas. Hay momentos buenos donde se alcanza el resultado deseado pero, con frecuencia, hay puntos y episodios de bajona total, por las circunstancias concretas del proyecto, momentos personales (durante un rodaje el resto de nuestra vida personal continúa, amigos) pero, sobre todo, porque supone muchas horas de trabajo y dedicación al mismo asunto durante muchos meses. Por ello se hace necesario planificar momentos de distracción y descanso mental, para tomar distancia con el proyecto y volver a él con nuevas perspectivas y energías renovadas. Importante, por tanto, abrir las ventanas de la cabeza y airear de vez en cuando.
5. Disfrutar del proceso.
Por obvio que suene y como postre del menú, no está de más recordar y fomentar que, aunque hay momentos duros y procesos difíciles, sobre todo debe haber espacio para disfrutar del trabajo realizado: entretener es un noble arte y comprobar cómo alguien se siente identificado con aquello que cuentas, narras e interpretas es realmente bonito. De alguna manera, es emocionante pensar que alguien siente lo mismo con las creaciones en las que participas que lo que tú sentías al leer ese cómic que te apasionaba con 15 años o aquella serie con la que merendabas cuando eras pequeñajo. Por no hablar de la cantidad de experiencias derivadas de compañeros y profesionales con los que intercambiaremos inquietudes, que nos ayudarán a ampliar el campo de visión artística o, simplemente, tratar de entretenernos con sus obras al igual que nosotros con las nuestras.
Hay un motón de aventuras esperando al otro lado del espejo: si te pica el gusanillo de este singular universo, puedes comenzar echando un ojo a los cursos de animación que se ofrecen desde ESDIP Escuela de Arte, hay miles de historias ahí fuera esperando a ser contadas.
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